Cuando era niño me preguntaba cuánto ganaban los toreros* que a la altura de la Garita Centro (LA vieja garita, hoy Mexicali I) se dedicaban a distraer a la patrulla fronteriza trepando y cruzando el cerco una y otra vez, para luego regresarse al lado mexicano.
Los veía en acción en pleno mediodía, cuando con mi mamá y hermano hacíamos fila vehicular para cruzar al-otro-lado. Todo un concepto en sí. Fuese por la necesidad de compras urgentes, algún producto especial que no se conseguía acá, o simplemente ser más barato allá; podía darse la odiosa situación de salir del kinder o en su momento la primaria tanto como secundaria, para que mamá pasase por nosotros y dirigirnos a la muy horrible fila a aguantar tedio y calor como rito de purificación previo al cruce.
A veces la única forma de recobrar compostura y alegría era con una hamburguesa de 99c del Jack-in-the-Box, o unas dos de 39c del obvio Hamburguer Stand, acompañadas por un mega-slurp de unos 79c del 7-11 (siempre conocido como seven-ileven) para los tres, ya cuatro a partir del 94.
Reconozco también eventos interesantes y lecciones de humanidad en las muchas horas que usé en esperar. La prontitud y disposición de los pacientes mexicalenses para ayudarse y soportarse casi como vocación de vida. Todos listos a impedir que un bravucón se pase de lanza robándose lugares, metiéndose a la fila, cambiando agresivamente de carril a carril, bloqueando a otros y pisoteando una cortesía generalmente interiorizada. Ví y agradecí a héroes cachanillas que soportando el inhumano verano en los hombros ayudaban a señoras con sus niños, ancianos y jóvenes inexpertos cuando cuyos carros morían víctimas de sobrecalentamiento, fugas de antifreeze, mangueras derretidas, motores incendiados, falta de gasolina.
En esa espera también conocí una violencia para mí única, humana pero más bien política. Aquí entran los toreros. Su función era crear huecos, romper la formación de la policía fronteriza, bloquear las cámaras, distraer de cualquier forma. Y entonces se disparaban las flechas mexicas. Malnutridos, malvestidos y seguramente muy dolidos en su dignidad, corrían como nadie más. Corrían hacia las parcelas, a perderse en el centro de un pueblo conformado en un 98% por mexicanox o emigrados. Corrían a ser estadísticas, a ser lucrativo negocio para los de ambos lados. También corrían para ser dolor y nostalgia, despreciada mano de obra barata y racismo.
A diferencia de uno de mis primos que estudió la secundaria a unos metros de la misma línea*, yo nunca crucé un famoso hoyo en el cerco para con mica* en mano cagarse de risa cuando llegaban los agentes* a revisar al grupo de pubertos intrusos, que iban de compras al pueblo vecino.
No recuerdo si en una de esas diversiones los llegaron a llevar de raite a la zona urbana para efectivamente gastar algunos dólares. O si siempre disfrutando del chasco los regresaron por el cerco con una hipotética patada en el culo y una carcajada sonando en su sinceridad.
Ya ni hablar de la doble nacionalidad, de quienes cruzan todos los días para desde el jardín de niños hasta la prepa gozar de la educación americana, de ellos que ni tienen idea de dónde va la ´h´ en ´coherencia´, ni las reglas de acentuación del castellano, del origen del 20 de noviembre o cómo poner un altar de muertos. De todos quienes viven para trabajar y trabajan para vivir gastando todo cada fin de semana en unos pueblos llamados Caléxico, El Centro, Yuma...si acaso en San Diego o Los Ángeles.
En fin. Algo de los años mozos, cuando la malla ciclónica era menos hostil que los altos barrotes de hierro que hoy hacen más feo lo feo. Que le quitan lo muy frágil y delicado de la belleza contenida, inherente. Difícil de ver y sentir para el inexperto.
---
*Frontera. Una de muchas. No crean que es una sola y es toda igual en su extensión. Cada una tiene su gente y su historia. Tienen sus propios significados aunque el significante nos parezca el mismo. Cada poblado que termina en la línea es una frontera. En otras partes, en una misma ciudad, pueden haber dos o hasta tres puntos de cruce conformando una macrofrontera. Todo depende de la gente, lo que piensa y siente. De cómo las garitas y puntos aduanales influyen en la psique colectiva y la organización social.
*Así les digo yo. Decía en realidad, ya no son un gremio que puede lucrar tras la transformación de la frontera física.
*Línea. La internacional. Divisoria. La que todos conocemos. Sufriéndola y gozándola por años en el espejo transfronterizo. Sus agridulces espejismos. Agridulce como muchos sabores que en salsas y platillos los chinos, los pobladores originales, nos han dado a conocer en sus cientos de restaurantes, mesones y cafeterías. Línea que es mayormente recta y tiene poca dificultad en cortar a un solo desierto en dos o más. A la gente, no sé si la corta o une más, pero definitivamente lo hace al mismo tiempo.
*Mica. No pocas veces el más urgente y deseado documento de identidad(¿?) que un recién nacido conseguía de sus padres apenas teniendo nombre y un acta de nacimiento. Expedido por la autoridad gringa, la todopoderosa que revisaba no sólo el expediente sino la vida del presto y dócil ciudadano del sur. Una tarjeta de presentación: -hola mister, soy residente fronterizo-. Un signo de estatus, y la llave al mundo.
Muchos hemos viajado y visitado grandes ciudades así como pueblos fregados del otro país sin haber tenido siquiera un pasaporte. Muchos. Visitors.
La visa de residente hoy es láser, el próximo año se sofisticará más y será la versión biológicamente intrusa. Hoy también los carros tienen su visa. La tarjeta para el carril de cruce rápido, SENTRI. Más cara y muy apreciada por los privilegiados.
*Agentes. De la migra. Aunque ya no es tan popular ni usado el término. Por alguna razón se le respeta el de patrulla fronteriza, o la border para no ser tan correctos.
-No tocar- revisited
